Este trabajo está dividido en dos bloques: 1. La construcción de la heterodoxia cristiana y 2-. El surgimiento del islam y su expansión por las regiones de Siria-Palestina y Egipto. Para algunos podría parecer superfluo. No era necesario dedicar tanto espacio a unos hechos tan alejados en el tiempo. La definición de herejía y ortodoxia. Los concilios y las disputas cristológicas. Pertenecerían a otro ámbito. Posiblemente no fueron la causa que explique el porqué del comportamiento de ciertos grupos ante los conquistadores árabes. Pero sí fueron causas indirectas. Obviamente, Calcedonia en 451 no fue la causa de que en 642 se conquistara Alejandría, pero las divisiones que produjo en el cristianismo egipcio amén del establecimiento de una Iglesia propia durante el siglo VI, están detrás de buena parte de las actitudes de la sociedad egipcia. muchos han sido los que han afirmado que la conquista arabo-islámica se vio favorecida por una especie de sentimiento proto-nacionalista en Siria-Palestina y Egipto, que tomó como seña de identidad la diferencia religiosa. Los jacobitas sirios y los coptos egipcios luchando por liberarse de la opresión de los melquitas griegos no deja de ser una imagen romántica que evoca las luchas coloniales. Pero en el período que nos ocupa no se dio en esa escala. En ningún momento se puso en tela de juicio ni la unidad del Imperio ni la autoridad del emperador. Nunca se expresaron sentimientos secesionistas aun cuando la represión de la heterodoxia monofisita alcanzara picos dramáticos. Porque tanto monofisitas como diofisitas pretendían erigirse en la versión oficial del cristianismo. Se entendía que sólo dentro de la Romania era posible la salvación. Que, aunque estuviera dirigido por un emperador que no siguiera la ortodoxia, el Imperio era un instrumento de la Providencia divina. Por eso había que atraerlo a un campo u otro. La aparición y el triunfo de Muhammad y el islam no son obra de un personaje excepcional, sino más bien fruto de su época. De las transformaciones que se operaron en el mundo mediterráneo. No es una consecuencia sino una causa más. El islam como un eslabón más y no como un elemento de ruptura con la tradición precedente. Un análisis crítico, atento, de El Corán revela un diálogo entre lo islámico y las tradiciones monoteístas. El islam primitivo era una amalgama de creencias muy próximas al monofisismo y al judaísmo, de ahí que se le vea, hasta bien entrado el siglo XV, como una herejía más del cristianismo o como una corriente de reforma judío. La figura del Profeta es una elaboración de la tradición islámica posterior a partir del personaje histórico, tomando como modelos a los patriarcas del Antiguo Testamento y al propio Jesús.
Martínez Carrasco, C., El oriente islamo-bizantino. Siria, Palestina y Egipto, 632-661, col. «Estudios Bizantinos» 7 (Granada: Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas, 2019).
Martínez Carrasco, C., «Bibliotecas del desierto: el libro y el monacato oriental (siglos IV-VII)», en Ana Gallego Cuiñas, Aurora López y Andrés Pociña (eds.), El libro. Reflexiones interdisciplinares sobre la lectura, la biblioteca y la edición (Granada: Editorial de la Universidad de Granada, 2020), pp. 179-189.
Martínez Carrasco, C., «ʿĀʾisha bint Abī Bakr: mujer, guerra y poder en la Arabia paleo-islámica antes de la primera fitna», Millars. Espai i Història 48.1 (2020), pp. 17-42.